viernes, 2 de julio de 2010

Hadas, pintorcitos y un final feliz...


Finalmente llego el maldito lunes, el despertador protesto muy temprano en la mañana, Anita lo escucho pero escondió su cabeza bajo la almohada, no paso mucho tiempo hasta que su mamá se asomo muy sonriente al cuarto.
Anita cerró los ojos fuertemente pensando que quizá si su mamá creía que ella seguía durmiendo no la obligaría a salir de la cama, su plan no funciono.
La mamá de Anita estaba más contenta que nunca, se acerco a su cama y le acaricio el pelo tiernamente “dale Anita levántate hoy es el gran día” Anita presionaba sus ojos con toda su fuerza aferrándose a las sabanas, pero las madres siempre adivinan todos nuestros planes brillantes, entonces comenzó a hacerle cosquillas tan fuertemente que Anita no logro contener la carcajada y no tuvo otra opción que salir de la cama.
Esa mañana la mamá la vistió más linda que nunca, le puso una pollera con voladitos rosas, una remera con un hada dibujada y sandalias nuevas, la peino muy prolijamente y el look matutino hacían que Anita cambie lentamente de humor, pero todo empeoraría al bajar las escaleras, entre tanto volado y haditas se había olvidado por completo que era lo que su mama llamaba “el gran día”.
Bajo contenta moviendo graciosamente su pollerita acampanada y ahí colgado en una percha, en las manos de su propia mamá, se encontró frente a frente con su archí enemigo, un pintorcito espantoso a cuadritos rojos.
Si, ese lunes Anita empezaría el jardín por primera vez en su pequeña vida. Su mamá desprendió los botones del pintorcito y más contenta que nunca se acerco y la obligo a ponerse esa extraña vestimenta, la miro sonriente y unas lagrimas cayeron por sus mejillas, Anita furiosa se sentó en la mesa, no podía entender para que tanto volado y haditas de colores si se iban a esconder todo el día abajo de ese delantal insulso ni por qué su mamá le hacía todo esto.
Así que ahí estaba entre la emoción de su mamá y una taza gigante de café con leche masticando con bronca una tostada, con el pintorcito que le hacía picar el cuello y escondía sus haditas y las dos trenzas, que mamá le había hecho, que le apretaban casi tanto como el enorme miedo que sentía de estar lejos de su casa y de su mamá todo el día cuando finalmente llego la hora de ir al famoso jardín de infantes.
La mamá le saco una foto, ella poso con cara de enano gruñón y ambas emprendieron viaje.
Todo empeoro cuando bajaron del auto y se encontraron con un enorme edificio amarillento que ocupaba toda una manzana entera, no de las que se comen, como con veinte Anitas de alto y un montón de mamas, papas y nenes amontonados en la entrada. Anita sujeto fuertemente la mano de su mamá y sintió muchas ganas de llorar, pasaron entre medio de toda la gente y finalmente entraron.
Por dentro ese gigantesco lugar asustaba mucho más, había un parque muy grande y muchos cuartos enormes con miles de mesitas miniatura.
Anita y su mamá entraron a uno de esos cuartos y los recibió una señorita muy linda y simpática, un montón de nenes y nenas vestidos igual que ella corrían y gritaban por toda la sala. Anita pensó que no iba a soltarle la mano a su mamá nunca más en su vida y ahí fue cuando mamá dijo “Yo me tengo que ir Ana, vos te vas a quedar jugando con la seño y tus amiguitos nuevos” todo su pequeño mundo de plastilina y muñequitos de peluche se derrumbo y no pudo contener el llanto ni un minuto más, lloro, pataleo, grito, corrió, desparramo moco a lo lindo, todo un berrinche hecho y derecho digno de una actriz de la tele, la seño y la mamá le explicaron que ella debía quedarse y le prometían que le iba a gustar, el pintorcito le picaba mucho más que antes, la seño le parecía una bruja despiadada que había perdido el corazón en una plaza y su berrinche dejaba de causar efecto. Mamá le dio un abrazo y un beso y se fue de la sala, la seño la agarro dulcemente de la mano y la llevo a una ronda donde la esperaban sus nuevos compañeritos.
Anita se sentó al lado de la seño que empezó a hablar mientras ella seguía lagrimeando, alguno de los nenes, los más valientes, contaban de sus vacaciones, sus mascotas y sus juguetes preferidos y entre charla y charla Anita sintió que alguien la agarraba de la mano, miro rápidamente para el costado y vio a una nena muy pequeña y súper rubia que sonriendo le dijo “no llores más, si querés yo puedo ser tu amiga” Anita sonrió y le apretó la mano fuerte.
La mañana paso entre charlas, canciones, dibujitos, arenero, juegos y sonrisas, la seño de a poco dejaba de ser una bruja despiadada y se convertía en la más linda de las princesas. Anita hizo muchos amiguitos nuevos y el miedo, las trenzas y el pintorcito dejaron de apretarle como por arte de magia.
De repente mientras Anita y su nueva amiguita jugaban entretenidamente con un montón de plastilinas de colores la seño dio la mala noticia de que los papas y las mama ya estaban en la puerta esperándolos muy contentos y orgullosos, Anita se sintió un poco triste por dejar a sus amiguitos nuevos y ese maravilloso mundo en miniatura que acababa de descubrir pero contenta por ver a mamá otra vez y así ese día aprendió que lo importante y súper lindo de ir al jardín es que cuando mama te suelta la mano siempre pero siempre y se los puedo requeté jurar, hay otra manito amistosa que te sujeta fuertemente para que dejes de llorar, como dije antes las madres siempre adivinan lo que va a pasar y que lindo y divertido es cuando esto pasa ¿no?
A la mañana siguiente ni bien el despertador protesto Anita salto feliz de la cama y corrió a buscar a mamá con el pintorcito y las sandalias nuevas.

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